Pánico y llanto se apodera de los que sintieron el fuerte temblor

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El pánico se apoderó de muchas personas a las 7:44 p.m. de ayer, viernes, cuando un sismo de 5.4 grados en la escala Richter jamaqueó estructuras e interrumpió momentaneamente los festejos de Nochebuena.

La reacción inmediata de algunas personas fue estallar en llanto y gritos. Contrario a lo que los expertos recomiendan, no faltó quien preso del pánico salió corriendo.

Luis Rivera, de Manatí, se encontraba en la iglesia cuando los bancos comenzaron a moverse fuertemente. En compañía de su esposa e hija vio cómo "muchas de las personas al sentir el sismo salieron corriendo sin pensar que sería hasta más peligroso. En mis 45 años (de edad) nunca había sentido un temblor y la verdad es que fue impresionante".

Pero Rivera no es el único que sintió la tierra moverse. Varias personas en Hato Rey, Cayey, Aguas Buenas y Hatillo coincidieron con él al atestiguar que fue "bien fuerte".

Luis Torres se encontraba en el noveno piso de un condominio en Isla Verde, Carolina, cuando el pánico se apoderó de las personas que comenzaron a sentir que el piso se jamaqueaba. "Todo tembló fuerte, hubo llanto y algunos gritos en el condominio Lago Mar".

Pero ni los políticos se salvaron de pasar por la experiencia. Keneth McClintock, secretario de Estado, se encontraba disfrutando de una actividad en una residencia en Caguas cuando sucedió el temblor. "Todo el mundo se movió a la puerta de entrada de la casa y esperaron a que pasara", relató.

Para otros, la experiencia fue más dramática. "El piso parecía gelatina. En mi restaurante en el Gran Meliá los sartenes se cayeron", explicó la chef Myrta Pérez Toledo. En Luquillo se sintió bien fuerte, añadió.

Parecida fue la experiencia para Madeline Batista en Naguabo, que no duda al asegurar que "la casa se estremeció horrible".

Otra residente de Naguabo, Yaliah, indica que estaba con sus hijos viendo televisión cuando de pronto sintió los adornos del árbol de Navidad temblando. Inicialmente pensó que se debía al viento del abanico, pero luego sintió el piso vibrar. Acto seguido, su hijo de seis años comenzó a llorar y a correr llamando a su papá.

"Olvide todo lo aprendido en cuanto a la seguridad y comenzé a mirar por las ventanas para ver si alguien gritaba algo, y me sorprendió ver a mis vecinos que bailaban y continuaban con la música en alto volumen y les fui a avisar", indica.

Una residente de Arecibo, tampoco lo pasó bien. "Primero fue algo leve pero después fue más fuerte", dice. Estaba en la sala cuando vibró el sofá donde estaba sentada, "fue una sensación horrible".

Al final, gracias a Dios, no hay muertes que lamentar y todo ha quedado en un gran susto que de seguro será el tema de las próximas fiestas y reuniones familiares.

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